La Depravity Moral de Armar el Hambre El uso deliberado del hambre como arma – para controlar, coaccionar o quebrar la voluntad de una población civil – es una de las violaciones más graves de la ética humana y el derecho internacional. En Gaza, este crimen ha sido perfeccionado hasta convertirse en un sistema. Lo que se ha desarrollado no es solo un fracaso humanitario, sino un programa calculado de dominación, presentado bajo el pretexto de la ayuda. En el centro de esta estrategia está la figura de Yasser Abu Shabab, un exdelincuente convertido en colaborador, y la imposición de un régimen de distribución militarizado que mata más de lo que alimenta. A través de falsas acusaciones, guerras por proxy y un control letal sobre el acceso a los alimentos, Israel ha transformado la ayuda humanitaria en un teatro de sufrimiento y sumisión. Los palestinos son atraídos a convoyes de ayuda solo para ser baleados – una táctica que se consideraría inhumana incluso en el trato con animales salvajes. Yasser Abu Shabab: Del Inframundo al Ejecutor por Proxy La historia de Yasser Abu Shabab no es de redención, sino de oportunismo manipulado por la ocupación. Una vez una figura conocida en el submundo criminal de Gaza, Abu Shabab fue encarcelado por tráfico de drogas y contrabando de armas hasta su fuga en octubre de 2023. En el caos que siguió, reapareció como el autoproclamado líder de la llamada “Fuerza Popular” – alternativamente conocida como el “Servicio Antiterrorista”. Israel, ansioso por fracturar la unidad palestina y debilitar a Hamás mediante un gobierno indirecto, al parecer armó y empoderó al grupo de Abu Shabab para operar en áreas controladas por las FDI. Esta relación no es nueva; las potencias coloniales han dependido durante mucho tiempo de locales moralmente comprometidos para servir como ejecutores del control extranjero. Pero en Gaza, esta táctica fue recibida con repulsión inmediata. La colaboración de Abu Shabab fue vista como una traición tan profunda que su propia tribu y familia lo desautorizaron. En una sociedad donde los lazos familiares y la solidaridad son sagrados, este rechazo público lo convirtió en un paria. No solo fue ostracizado – se convirtió en un símbolo de todo lo que la ocupación busca corromper: lealtad, identidad, resistencia. Su historia ilustra cómo el ocupante transforma la ambición individual en devastación comunitaria. Banderas Falsas y el Colapso de la Ayuda Central en la justificación del control sofocante de Israel sobre el sistema de ayuda de Gaza fue la acusación de que Hamás estaba saqueando suministros humanitarios. Estas afirmaciones, que surgieron a finales de 2024, se utilizaron para deslegitimar a la UNRWA y cortar líneas de suministro críticas. Sin embargo, informes creíbles revelaron más tarde que el caso más grave de robo de ayuda – el saqueo de 109 camiones de la ONU – no fue perpetrado por Hamás, sino por las fuerzas de Abu Shabab. Aun así, la narrativa persistió, utilizada como arma para desmantelar la infraestructura de ayuda existente y reemplazarla con la Fundación Humanitaria de Gaza (GHF), un aparato militarizado establecido en mayo de 2025 con el respaldo de Israel y Estados Unidos. La Autopsia de Yahya Sinwar: Contradiciendo Aún Más la Narrativa de Israel Contradiciendo aún más las afirmaciones de Israel está el estado de Yahya Sinwar, un líder prominente de Hamás, en el momento de su muerte. El propio forense de Israel determinó que Sinwar no había comido durante tres días antes de su fallecimiento – un detalle que plantea serias preguntas. Si Hamás estuviera robando ayuda sistemáticamente, como alega Israel, es improbable que su líder fuera dejado para morir de hambre. Esta evidencia apunta a un fallo más amplio en la distribución de ayuda, sugiriendo que los suministros están siendo interceptados por otros grupos, como la milicia de Abu Shabab, en lugar de ser acaparados por Hamás. El hambre de una figura clave como Sinwar resalta la cruda realidad: la ayuda no está llegando a quienes se supone que debe ayudar, independientemente de quién la controle. Fundación Humanitaria de Gaza: Los Juegos del Hambre Convertidos en Realidad La GHF prometió coordinación y seguridad. Lo que entregó fue una masacre. Los puntos de distribución se convirtieron en zonas de muerte. Gas lacrimógeno, balas de goma, fuego real y estampidas transformaron la búsqueda de alimentos en un juego diario de ruleta rusa. Cerca de 800 palestinos han sido asesinados y miles más heridos mientras intentaban acceder a la ayuda. Este sistema, construido sobre premisas falsas y sostenido por la violencia, no solo ha fallado en abordar el hambre – lo ha institucionalizado. Refleja una lógica no de alivio, sino de control: para comer, debes obedecer; para sobrevivir, debes someterte. Bajo el derecho internacional, esto es un crimen de guerra. El Artículo 54 del Protocolo Adicional I de los Convenios de Ginebra prohíbe expresamente el hambre de civiles como método de guerra, incluyendo la focalización o destrucción de “objetos indispensables para la supervivencia de la población civil”. El Estatuto de Roma de la Corte Penal Internacional también criminaliza el uso del hambre como arma. Al desmantelar agencias confiables, negar ayuda y matar civiles en los sitios de distribución, Israel ha construido un régimen que no es humanitario en absoluto – es un arma. Cazar Humanos Sobre Cebo: El Nadir Definitivo de la Humanidad Quizás el aspecto más escalofriante de este sistema es la forma en que invierte las jerarquías éticas básicas. En Israel, como en muchos países, es ilegal cazar animales salvajes con cebo. La práctica se considera poco ética – una violación de los principios de caza justa que protegen incluso a las criaturas no humanas del sufrimiento innecesario. Sin embargo, en Gaza, los civiles hambrientos son atraídos a la comida bajo el pretexto de la ayuda, solo para ser disparados por soldados. Lo que está prohibido para los ciervos está legalizado contra los niños. Esta inversión ética no es un accidente. Es el punto final lógico de la deshumanización. Cuando un pueblo ya no es visto como plenamente humano, su sufrimiento se convierte en ruido de fondo; su muerte, administrativa. El abismo moral se abre más ampliamente no en la niebla de la guerra, sino en la claridad de las políticas que tratan la supervivencia misma como un privilegio racionado por el ocupante. Los hambrientos de Gaza no son daños colaterales. Son objetivos – atraídos, baleados y descartados por un sistema que otorga más valor legal a las vidas de los animales que a las personas que hambrea. Conclusión: Un Crimen Más Allá de las Palabras La militarización del hambre en Gaza, facilitada por colaboradores como Yasser Abu Shabab e institucionalizada a través del sistema de ayuda militarizado de Israel, no es solo una estrategia de guerra – es una profanación de la dignidad humana. Refleja una mentalidad en la que la comida se convierte en una herramienta de dominación, la colaboración es recompensada y los civiles son masacrados por el delito de necesitar comer. El reemplazo de agencias humanitarias por guardianes armados ha transformado los corredores de ayuda de Gaza en corredores de muerte. Esto no es solo un fracaso político. Es un crimen contra la humanidad. Y la acusación más condenatoria radica en la comparación que nunca debería haberse tenido que hacer: que los animales reciben más consideración ética que la población hambrienta de Gaza. Esta grotesca inversión exige indignación global – no como una cuestión de política, sino de conciencia. Un mundo que permite esto es un mundo en caída libre – no solo moralmente, sino civilizatoriamente.